Ósmosis. Fronteras De Evento Y Espacio.
Alejandra Fernández
Costa Rica
Universidad vERITAS
El proyecto nace de una posición ideológica que acepta la migración como un fenómeno inevitable de la humanidad. Los migrantes (legales o “ilegales”) deberían poder permear las fronteras de una manera dignificada.
Ubicado en la línea fronteriza entre Costa Rica y Nicaragua, el proyecto pretende cambiar una preconcepción general sobre la migración, a través de la transformación de las condiciones que rodean el evento. Mientras el discurso busca vencer fronteras políticas, sociales e ideológicas, la arquitectura tiene un enfoque paralelo, apuntando a la creación de espacios sin bordes.
El evento no es solamente el acto inmediato de cruzar la frontera, si no todas las implicaciones que este tiene. Un hecho cargado de incertidumbre, temor. La madre que deja a sus hijos, el que viene en busca de un trabajo que no sabe si conseguirá, el que ya vive de este lado, pero en constante temor a ser detenido. Cruzar una frontera se convierte en un evento bastante emotivo.
En el sitio, las condiciones del paisaje dibujan fronteras, como si la misma tierra sintiera la presencia del evento y quisiera resguardar a aquellos “ilegales”. El contraste entre cuatro paisajes -naranjales, pastizal, bosque y tacotal-, que convergen en un solo punto de tensión, donde se ubica el proyecto.
Se parte de la premisa que construir sobre la frontera es reforzar la existencia de la misma. Por lo tanto se toma la decisión de enterrar el proyecto, construir por debajo de la frontera como una forma de hacer notar la absurdez de una línea que divide en un solo eje.
Los trillos generados por los migrantes (los cuales son cautivadoramente evidentes cuando se observa el paisaje desde arriba) permanecen, como evidencia innegable del acto. A través de la arquitectura se dota el recorrido de cualidades que dignificarán la experiencia de quien lo camina.
Estos recorridos llevan a un espacio central, el cual no ofrece especificidad programática. En este, dos estructuras se abrazan en el aire, siempre cercanas pero que nunca se llegan a enfrentar. Las necesidades más básicas del migrante (sombra, descanso, baños) son las que definen las funciones del proyecto, permitiendo que los espacios se adapten a las distintas temporalidades y eventos.
El acto de cruzar la frontera de forma ilegal deja de ser ese evento despojado de derechos y humanidad. Se cruza la frontera, se recibe y acoge. La incertidumbre, el temor ya no serán carga para aquel que abandona su hogar en busca de algo mejor.
Ubicado en la línea fronteriza entre Costa Rica y Nicaragua, el proyecto pretende cambiar una preconcepción general sobre la migración, a través de la transformación de las condiciones que rodean el evento. Mientras el discurso busca vencer fronteras políticas, sociales e ideológicas, la arquitectura tiene un enfoque paralelo, apuntando a la creación de espacios sin bordes.
El evento no es solamente el acto inmediato de cruzar la frontera, si no todas las implicaciones que este tiene. Un hecho cargado de incertidumbre, temor. La madre que deja a sus hijos, el que viene en busca de un trabajo que no sabe si conseguirá, el que ya vive de este lado, pero en constante temor a ser detenido. Cruzar una frontera se convierte en un evento bastante emotivo.
En el sitio, las condiciones del paisaje dibujan fronteras, como si la misma tierra sintiera la presencia del evento y quisiera resguardar a aquellos “ilegales”. El contraste entre cuatro paisajes -naranjales, pastizal, bosque y tacotal-, que convergen en un solo punto de tensión, donde se ubica el proyecto.
Se parte de la premisa que construir sobre la frontera es reforzar la existencia de la misma. Por lo tanto se toma la decisión de enterrar el proyecto, construir por debajo de la frontera como una forma de hacer notar la absurdez de una línea que divide en un solo eje.
Los trillos generados por los migrantes (los cuales son cautivadoramente evidentes cuando se observa el paisaje desde arriba) permanecen, como evidencia innegable del acto. A través de la arquitectura se dota el recorrido de cualidades que dignificarán la experiencia de quien lo camina.
Estos recorridos llevan a un espacio central, el cual no ofrece especificidad programática. En este, dos estructuras se abrazan en el aire, siempre cercanas pero que nunca se llegan a enfrentar. Las necesidades más básicas del migrante (sombra, descanso, baños) son las que definen las funciones del proyecto, permitiendo que los espacios se adapten a las distintas temporalidades y eventos.
El acto de cruzar la frontera de forma ilegal deja de ser ese evento despojado de derechos y humanidad. Se cruza la frontera, se recibe y acoge. La incertidumbre, el temor ya no serán carga para aquel que abandona su hogar en busca de algo mejor.